China planearía invadir a uno de los países más poderosos

La llamada amistad entre China y Rusia, que en apariencia refuerza la cooperación bilateral, podría esconder tensiones mucho más profundas. Expertos en defensa internacional advierten que Pekín estaría evaluando la posibilidad de lanzar, en un futuro, una ofensiva contra su vecino del norte con el objetivo de quedarse con un premio geopolítico de enorme valor: el control del Ártico.

El deshielo progresivo en la región abre rutas marítimas que, en pocos años, podrían convertirse en el eje del comercio global. Dominar estos pasajes significaría una ventaja estratégica tanto en términos económicos como militares. En la actualidad, es Moscú quien ejerce soberanía sobre la Ruta del Mar del Norte, un corredor que reduce de manera significativa el tiempo de navegación entre Asia y Europa. Para China —potencia con ambiciones de liderazgo global y expansión naval— desplazar a Rusia de esta posición equivaldría a un avance decisivo en su proyecto de consolidar influencia internacional.

Diversos analistas sostienen que Pekín juega una estrategia de largo plazo: se muestra como socio en el desarrollo del Ártico mientras espera que la coyuntura internacional le ofrezca la oportunidad de imponerse por la fuerza. Ese “momento oportuno” podría estar dado por la propia fragilidad rusa. El conflicto en Ucrania ha desgastado a las fuerzas armadas de Moscú y ha hundido su economía bajo el peso de las sanciones occidentales, debilitando su capacidad de reacción.

Así, la relación entre ambos países parece avanzar hacia una dependencia desigual. Rusia, cada vez más aislada y con necesidades financieras urgentes, depende en gran medida del respaldo de Pekín, lo que lo coloca en una posición subordinada. China, en cambio, aprovecha esa vulnerabilidad para obtener ventajas estratégicas y preparar el terreno para un eventual giro que redefiniría el equilibrio en Eurasia.

Aunque esta hipótesis aún es especulativa, de confirmarse significaría un quiebre drástico en la relación bilateral. Lo que hoy se presenta como una alianza sólida podría transformarse en una confrontación de consecuencias impredecibles entre dos potencias nucleares, elevando el nivel de incertidumbre y riesgo en el tablero geopolítico mundial.

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