China y Rusia aumentan la presión militar en Asia con maniobras cerca de Japón

China y Rusia iniciaron recientemente una nueva serie de ejercicios navales conjuntos en el Mar del Japón, reflejando el fortalecimiento de su colaboración estratégica en un contexto internacional cada vez más tenso. La maniobra, denominada Joint Sea‑2025, comenzó cerca de Vladivostok el pasado domingo y se extenderá por al menos cinco días, según comunicó la Flota del Pacífico rusa a la agencia Interfax.

Las operaciones incluyen prácticas de artillería y defensa antisubmarina, rescate de submarinos, ejercicios combinados de guerra naval, protección aérea y simulaciones de combate marítimo. Entre los participantes se encuentran dos destructores chinos, el Shaoxing y el Urumqi, junto con un buque antisubmarino ruso de gran tamaño, submarinos diésel‑eléctricos y un navío chino especializado en rescates submarinos.

Desde el Ministerio de Defensa chino señalaron que estas maniobras buscan “profundizar la asociación estratégica integral” entre ambas naciones y aseguraron que no van dirigidas contra ningún país tercero, enfatizando que forman parte de su cooperación bilateral habitual.

La elección del Mar del Japón (también llamado mar del Este) no es casual. En su último informe anual, Japón advirtió que la colaboración militar creciente entre Beijing y Moscú constituye una “preocupación seria” para la seguridad regional.

Estos ejercicios tienen antecedentes que datan de 2012, con los primeros Joint Sea, y se intensificaron tras el acuerdo bilateral firmado poco antes de la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022. China se abstuvo de condenar la acción militar rusa y rechazó sumarse a las sanciones occidentales contra Moscú.

Aunque Beijing mantiene que actúa como un actor neutral en el conflicto ucraniano, tanto Ucrania como países occidentales señalan que China facilita apoyo indirecto a Rusia, incluyendo transferencia de tecnología sensible.

En años anteriores, los ejercicios se realizaron cerca de la costa sur de China; ahora, trasladarlos al noroeste del Pacífico refuerza la proyección geopolítica y aumenta la visibilidad de su cooperación militar.

Según análisis de medios internacionales, el impacto principal de estas maniobras es simbólico: buscan mostrar cohesión y coordinación táctica entre dos potencias que, aunque no cuentan con un tratado militar formal, buscan proyectar unidad frente a Occidente. Expertos, como Alexander Gabuev del Carnegie Russia Eurasia Center, advierten que estas maniobras no equivalen a una alianza estructurada, sino a acciones pragmáticas basadas en intereses compartidos y desconfianza hacia Washington.

El despliegue también se produce en un contexto de fortalecimiento de la presencia militar estadounidense en Asia. Washington habría posicionado submarinos nucleares en la región tras declaraciones provocativas de líderes rusos, generando tensiones verbales entre EEUU y Moscú.

Aunque no existe una alianza formal, China y Rusia mantienen cooperación frecuente en ejercicios, intercambio de inteligencia y tecnología militar. Esto les permite avanzar en objetivos estratégicos comunes: Rusia obtiene respaldo político y económico frente al aislamiento europeo, mientras China proyecta influencia frente a EEUU en el Indo‑Pacífico.

Por su parte, Japón y países vecinos han reforzado sus defensas. En junio de 2025, Tokio realizó su primera prueba de misiles dentro de su territorio desde la Segunda Guerra Mundial, como parte de su estrategia de disuasión ante un entorno de seguridad regional en deterioro.

Además de Joint Sea‑2025, China y Rusia han llevado a cabo patrullajes aéreos conjuntos cerca de Taiwán, ejercicios en el Ártico y maniobras frente a Alaska en 2023, buscando contrarrestar la presencia estadounidense.

Expertos destacan que lo importante no es un tratado defensivo formal, sino la claridad de objetivos: no existe un mando unificado, pero sí un propósito compartido de desafiar la influencia global de EEUU.

Los efectos en la región son claros: gobiernos como Japón, Corea del Sur, Taiwán y Filipinas han incrementado su coordinación con Washington ante lo que perciben como una fase creciente de competencia estratégica en el Indo‑Pacífico.

Aunque Joint Sea‑2025 por sí solo no cambia el equilibrio de poder regional, simboliza una tendencia preocupante para Occidente: la consolidación táctica entre dos regímenes autoritarios que buscan ampliar su margen de acción en zonas estratégicas y cuestionar las normas internacionales. Para EEUU y sus aliados, estos ejercicios representan un reto directo a la arquitectura de seguridad basada en reglas, cooperación multilateral y disuasión defensiva.

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