El esfuerzo constante y la valentía han dado sus frutos para una pareja de Denver que comenzó su negocio, Retuned Jewelry, desde casa. Actualmente, generan alrededor de 360,000 dólares anuales en ventas, en su mayoría gracias a su presencia en festivales de música y arte.
Christina, quien trabajó como asistente dental, e Ian, exinformático, crean artesanalmente joyas utilizando cuerdas de guitarra y bajo recicladas. No obstante, el arduo trabajo podría verse amenazado por los aranceles del 145 % que el gobierno de Trump impuso a productos importados de China, país que exportó a Estados Unidos bienes por un valor cercano a los 440,000 millones de dólares en 2024. Aunque estas tarifas afectan a empresas de todos los tamaños, las pequeñas compañías como Retuned Jewelry están en mayor riesgo, según John Arensmeyer, fundador y CEO de Small Business Majority, una organización que representa a una red de 85,000 pequeñas empresas.
Arensmeyer advierte que estas empresas podrían verse obligadas a aumentar sus precios, reducir su plantilla, postergar sus planes de expansión o incluso cerrar debido a los crecientes costos de importar materiales que no encuentran localmente.
“Las pequeñas empresas manejan márgenes muy ajustados y tienen poca capacidad para negociar con sus proveedores”.
Los Lacey utilizan cuerdas donadas que, de otra forma, serían desechadas, pero el resto de sus insumos —como perlas, cadenas y cierres— provienen de China. Ian comenta que han intentado conseguir estos materiales en Estados Unidos, pero no han encontrado fabricantes nacionales que los produzcan.
“Hemos buscado mucho”, afirmó. “Aquí no hay ninguna fábrica que haga lo que necesitamos”. Antes de que entraran en vigor los aranceles, ya habían incrementado los precios de sus productos. Por su parte, el Grupo Mitchell, una empresa textil familiar con sede en Niles, Illinois, enfrenta problemas de liquidez que podrían agravarse si surgen contratiempos en la producción. “Nuestro modelo de negocio está siendo puesto a prueba por los aranceles”, señaló Ann Brunett, directora de operaciones. “Normalmente mantenemos inventario disponible, por lo que estoy pagando un arancel del 45 % —más impuestos— para traer productos que pueden permanecer en almacén hasta que los distribuidores los necesiten. Esto reduce nuestra liquidez”.
Con 18 empleados fijos y 12 representantes de ventas, Mitchell Group genera ingresos cercanos a los 10 millones de dólares al año, según su presidente, Bill Fisch.
Brunett aseguró que harán todo lo posible para mantener la empresa a flote y evitar despidos, pues el negocio es vital para ellos.
Fisch ha evaluado la posibilidad de trasladar la producción a países como Vietnam, India, Malasia e incluso Europa, pero señala que ninguna región tiene la infraestructura que posee China. “Necesitamos que los tejidos recubiertos se fabriquen bajo un mismo techo y con altos estándares”, explicó. “No funciona producir partes en diferentes países y luego ensamblarlas en otro lugar”.
Aunque la administración Trump ha defendido los aranceles como un impulso a la manufactura nacional, Arensmeyer advierte que aumentar la producción interna llevará tiempo.
“No es algo que se solucione de inmediato”, afirmó. “No basta con imponer un arancel para esperar que los consumidores compren productos nacionales cuando esos artículos simplemente no se fabrican en el país”.
La industria textil estadounidense ha ido decreciendo durante décadas, en gran parte debido a la competencia de producción extranjera más económica y la globalización, señala Sheng Lu, profesora de Estudios de Moda y Confección en la Universidad de Delaware.
Fisch destacó que materiales esenciales para su empresa, como polímeros de vinilo y telas especializadas, son prácticamente inexistentes en Estados Unidos. China, el mayor productor textil mundial, fabrica desde algodón y seda hasta fibras sintéticas y polímeros de vinilo.
Además, mencionó que le resulta difícil encontrar la mano de obra necesaria para operar una fábrica textil en Mississippi.