En la primera mitad, el encuentro estuvo marcado por la dureza y la intensidad. Fue un reflejo de lo que ambos equipos habían mostrado a lo largo de esta fase del torneo.
El equipo local fue el que, en términos generales, mantuvo el control de la posesión del balón y ocupó una posición ligeramente más adelantada en el terreno de juego. Los primeros 45 minutos se desarrollaron de forma estratégica, casi como una partida de ajedrez.
Ya en el segundo tiempo, el conjunto dirigido por la dupla Gómez-Orsi continuó siendo el más sólido en el campo, creando algunas jugadas peligrosas que dejaron en claro su superioridad momentánea. Sin embargo, el aliento del público local, que llenó el estadio del Cuervo, comenzó a calar hondo en los jugadores, quienes se sintieron impulsados por la energía de la hinchada y comenzaron a mejorar en su juego.
En medio de este empuje, llegó el gol visitante. Un centro de Taborda fue dirigido al primer palo, donde Gill rechazó el balón de puños. El rebote pegó en un compañero y Zapiola estuvo atento para empujarla al fondo de la red, poniendo el marcador 1-0 a favor de los Calamares, desatando la euforia entre sus seguidores.
El Ciclón, aunque con más ímpetu que claridad, no se dio por vencido. Estuvo cerca del empate en un par de ocasiones: primero, Cozzani realizó una gran intervención para evitar un gol de Cuello, y más tarde, Vázquez demostró un gran sacrificio al desviar un disparo de Muniain.
Los minutos finales fueron un verdadero esfuerzo defensivo para los de Saavedra, que lograron resistir hasta el pitido final de Rey Hilfer, alcanzando la clasificación a la final después de más de un año y medio de espera.
De esta manera San Lorenzo perdió 1 a 0 con Platense.
