Según un informe, los salarios en dólares cayeron 30% mientras que la productividad empresarial disminuyó

La economía argentina atraviesa una situación compleja caracterizada por una contradicción estructural que impacta tanto en el mercado laboral como en la producción.

Mientras gran parte de la población considera que sus ingresos son insuficientes para cubrir los gastos básicos, muchas empresas, especialmente las exportadoras o aquellas que compiten con productos importados, aseguran que los salarios resultan elevados cuando se calculan en dólares, lo que reduce su competitividad.

Así lo planteó un reciente informe de la consultora Idesa, que explica que no existe una solución sencilla a esta tensión. Una devaluación del peso podría mejorar la competitividad externa al abaratar los sueldos medidos en dólares, pero al mismo tiempo deterioraría la capacidad de compra de los trabajadores al licuar los ingresos reales. Por otro lado, permitir incrementos generalizados de salarios mediante paritarias centralizadas podría mejorar la situación de los empleados en el corto plazo, pero complicaría a las empresas productoras de bienes transables, al aumentar sus costos laborales en dólares y reducir su margen de competencia internacional.

Para dimensionar el deterioro de los últimos años, el informe compara la situación actual con la de 2017. Según datos oficiales del Ministerio de Economía, en ese año un trabajador privado registrado percibía en promedio un salario mensual de 1.500 dólares, mientras que el Producto Bruto Interno (PBI) por asalariado era de 124.000 dólares anuales. En 2025, el ingreso promedio cayó a 1.060 dólares y el PBI generado por trabajador bajó a 97.000 dólares anuales. Esto significa que los salarios en dólares retrocedieron un 29% y la productividad un 22% respecto de 2017, reflejando el impacto de la crisis cambiaria iniciada en ese período.

El documento resalta la paradoja de este proceso: aunque los sueldos cayeron, la menor productividad hace que sigan siendo percibidos como elevados en dólares desde la perspectiva de las empresas. La razón es que cada trabajador produce menos valor agregado, por lo que su costo relativo continúa siendo alto para competir a nivel internacional.

Frente a este escenario, Idesa subraya que el principal desafío es incrementar la eficiencia productiva para que los salarios reales puedan mejorar sin afectar la competitividad. Sin un crecimiento sostenido de la productividad, cualquier aumento generalizado de sueldos pondrá presión sobre los sectores productivos expuestos a la competencia externa.

Como referencia histórica, el informe señala que a mediados de los 90 los salarios medidos en dólares eran similares a los actuales, en torno a 1.000 dólares, pero la productividad era 60% más alta. Esto indica que el estancamiento productivo es un fenómeno de larga data y no exclusivo de los últimos años.

Para revertir esta situación, se plantea la necesidad de un programa integral, con tres prioridades urgentes:

Mejorar la infraestructura económica: La falta de obras y servicios adecuados incrementa los costos logísticos y limita la inserción eficiente de las empresas en los mercados, afectando principalmente a pymes y economías regionales.

Reformar el sistema tributario: Se propone crear un “súper IVA” que absorba Ingresos Brutos provinciales y tasas municipales, reduciendo la carga impositiva total que hoy distorsiona precios y encarece la producción. Esta simplificación también facilitaría la formalización y disminuiría costos administrativos.

Actualizar las regulaciones laborales: El informe destaca la necesidad de permitir que las pymes puedan desengancharse de convenios colectivos sectoriales antiguos que no reflejan su realidad productiva, para negociar acuerdos laborales más acordes con su nivel de productividad y estructura operativa.

El estudio advierte además sobre los riesgos de un sistema de paritarias excesivamente centralizado. Los aumentos generalizados sin evaluar la situación particular de cada sector podrían derivar en despidos o cierres de empresas menos competitivas. También cuestiona la visión de que la política cambiaria, por sí sola, pueda resolver los problemas de fondo: si bien una devaluación mejora los precios relativos de exportaciones e industrias locales, su efecto es transitorio y puede deteriorar el poder adquisitivo, además de generar presiones inflacionarias difíciles de contener.

El informe concluye que la única vía sostenible para aumentar los salarios reales y fortalecer la competitividad es a través de un crecimiento genuino de la productividad y un entorno macroeconómico que promueva la inversión, la innovación y la formalización del empleo.

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