En el estadio de Boca se vivió un ambiente pocas veces visto, cuando Boca superó a Lanús en los penales por los octavos de final del Torneo Apertura.
A los habituales murmullos y desaprobaciones hacia los futbolistas, esta vez se sumó un cántico surgido desde uno de los sectores del estadio, apuntando directamente contra la actual dirigencia. Ese mensaje no pasó desapercibido para Riquelme y su círculo más próximo, quienes interpretaron el descontento como parte de una movida con tintes políticos.
Tanto Riquelme como el Consejo de Fútbol y los directivos más cercanos reconocieron el impacto de ese fuerte llamado de atención. La tensión en la previa de un encuentro clave fue mucho mayor de lo que se acostumbra, lo que evidenció que la tolerancia del público llegó a su punto límite.
En el predio de Ezeiza, donde funciona el corazón de la actividad futbolística del club, se empieza a aceptar con mayor claridad el complicado presente deportivo. No disputar la Copa Libertadores por segundo año seguido es algo que pesa, y mucho, en una institución de la magnitud de Boca. Incluso, puertas adentro reconocen que, pese a lo que había manifestado Marcos Rojo tras la caída ante River, le deben una respuesta al hincha.