En 1984, Commodore lanzó al mercado el Commodore 16, una computadora destinada a ser una opción económica para los aficionados a la tecnología. Diseñado como un reemplazo para el popular VIC-20, el C16 formó parte de la serie 264 de Commodore, que incluía otros modelos como el 116, 232 y 264, aunque estos últimos no llegaron a comercializarse.
El C16 tuvo un origen humilde. En una reunión a finales de 1982, uno de los diseñadores, Bil Herd, recibió una computadora Timex (también de Commodore) y se le pidió desarrollar un nuevo dispositivo con un costo de $49. El resultado fue el Commodore 116, equipado con el chip TED (Text Editing Device), que integraba todas las funciones de la máquina, desde gráficos y sonido hasta puertos para joystick. Aunque el C116 no alcanzó gran éxito en el mercado, estableció las bases para desarrollos futuros.
El Commodore 16 tomó muchas características del C116, pero con mejoras significativas para competir en el creciente mercado de computadoras personales. Con un procesador 8501, similar al 6502 del VIC-20 y el C64, el C16 contaba con 16 KB de RAM, de los cuales 12 KB estaban disponibles para su intérprete BASIC integrado. Su principal avance era el nuevo chipset de sonido y video, que ofrecía una paleta de 128 colores, superando al C64 en este aspecto.
A pesar de sus mejoras, el C16 no era completamente compatible con sus predecesores. Las diferencias en los puertos y el diseño de la placa base presentaron dificultades para los desarrolladores de software que intentaban adaptar juegos y aplicaciones de otros sistemas. Además, la capacidad limitada de memoria, con solo 12 KB disponibles para programas, restringió la calidad del software disponible en la plataforma.
A pesar de estos desafíos, el Commodore 16 tuvo cierto éxito en Europa, especialmente en el Reino Unido, donde una agresiva estrategia de precios de Commodore UK atrajo a nuevos usuarios. Los paquetes de inicio se ofrecieron a precios reducidos, ganando la atención de una nueva generación interesada en la informática. Sin embargo, en América del Norte, el C16 fue un fracaso, lo que llevó a Commodore a buscar asociaciones locales, como la de Sigma en México, para intentar expandir su presencia en el continente.
Aunque su vida en el mercado fue relativamente corta, el Commodore 16 ha dejado un legado perdurable entre los entusiastas de la informática. Su comunidad de aficionados sigue activa, desarrollando software y mejoras para la máquina. A pesar de las críticas y dificultades, el C16 es recordado como un paso significativo en la historia de las computadoras personales de bajo costo.