El maíz argentino tiene la menor huella de carbono del mundo

La huella de carbono es un indicador ambiental que refleja la cantidad de gases de efecto invernadero, expresada como dióxido de carbono equivalente, que se emite directa o indirectamente como resultado de una actividad determinada, como la producción de maíz. Es un indicador valorado cada vez más por las sociedades avanzadas debido a su impacto directo en la calidad de vida y la salud.

De acuerdo con un estudio realizado por técnicos del INTI y del INTA, presentado en un panel durante el reciente Congreso de Maizar, se ha determinado que el maíz argentino genera 178 gramos de dióxido de carbono equivalente por cada kilogramo producido, lo que representa una reducción del 61% en comparación con el promedio mundial para este cultivo.

Para obtener estos resultados, se utilizaron datos de la campaña 2021/22 de la Bolsa de Cereales. El estudio tuvo en cuenta tanto las emisiones generadas durante la fabricación de insumos, el cultivo, la cosecha y el transporte del cereal al puerto, como las capturas, lo que permitió calcular el balance de carbono. Es decir, se consideraron las emisiones de gases de efecto invernadero a lo largo de todo el ciclo de vida del producto, en diferentes regiones del país, con distintas fechas de siembra y niveles tecnológicos.

Los resultados del estudio indicaron que el cultivo de maíz argentino generó, en promedio, una huella de carbono de 1246 kilogramos de dióxido de carbono equivalente por hectárea y 178 gramos por kilogramo de maíz producido. Las mayores emisiones se originaron en la producción y aplicación de fertilizantes nitrogenados, que representaron más del 50% del total. También hubo emisiones provenientes de combustibles, herbicidas, fungicidas, labores agrícolas y residuos de cosecha.

Los técnicos señalaron que las huellas de carbono más altas se encontraron en los lotes con rendimientos bajos, donde se invirtió una cantidad significativa de insumos que no se tradujeron en rendimientos más altos. También se observaron huellas altas en lotes con una aplicación intensiva de nitrógeno por hectárea, lo que indica la necesidad de buscar la dosis óptima de aplicación.

En comparación con otros países, el estudio demostró una favorable situación para Argentina en términos de huella de carbono del maíz. La huella de carbono promedio del maíz en el mundo es de 451 gramos de dióxido de carbono equivalente por kilogramo producido, mientras que la del maíz argentino en la campaña 2021/22 fue de 178 gramos, lo que representa una reducción del 61%.

Además, la huella de carbono del maíz argentino es un 52% inferior a la de China y Tailandia (donde se utiliza una gran cantidad de nitrógeno), un 66% inferior a la de España (donde se queman los rastrojos) y un 27% inferior a la de Canadá y Estados Unidos (donde se utiliza una mayor cantidad de fertilizante nitrogenado).

En términos de ventaja comercial, “Tener una baja huella de carbono es un beneficio al comercializar el maíz y sus productos derivados a nivel mundial. Por ejemplo, Mondelez Internacional ha lanzado al mercado un alimento a base de maíz de carbono neutro, es decir, producido con un equilibrio cero entre emisiones y captura de carbono, el cual se vende a 75 US$/kg”, destacó Bongiovanni entusiasmado.

Según una reciente encuesta realizada por el Business Value Institute, el 54% de los consumidores está dispuesto a pagar más por estos productos. Además, en varios países de Europa se está impulsando una campaña para que la industria alimentaria muestre la huella de carbono en cada envase y en la publicidad.

Esto implica que Argentina tiene la oportunidad de agregar valor ambiental tanto a sus producciones primarias como a los productos derivados, lo cual puede ser gestionado mediante ecoetiquetas en los productos.

En otras palabras, “medir la huella de carbono de un producto, en este caso el maíz, está relacionado con las estrategias futuras para valorizar el grano en los mercados internacionales”, proyectó Fernando Vilella, presidente del Congreso de Maizar, quien también participó en el panel. “Contar con una marca país respaldada por datos confiables es fundamental; esta identidad facilitaría el acceso de nuestros productos a los mercados globales”, añadió.

“Cuando se dispone de un producto elaborado con maíz de baja huella de carbono, esta característica se transmite a lo largo de la cadena de valor, lo que constituye un incentivo para que este tipo de mediciones se conviertan en políticas de Estado”, señalaron.

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