El Pasado de las Galletitas Sueltas: Un Vuelco Nostálgico a la Historia del Mercado

Quienes experimentaron aquellas épocas doradas nunca olvidarán sus visitas a la tienda en busca de galletitas.

¿Cuándo fue que las galletas dejaron de circular de manera individual? ¿En qué momento perdimos el enfoque esencial? ¿En qué punto el embalaje se convirtió en el ícono moderno que todos reverenciamos? Tal vez los recuerdos yacen en una nebulosa, pero es innegable, no es un simple sueño.

En los días de mi infancia, en los años 80, solíamos entrar a la despensa y pedir un cuarto de anillitos. El vendedor los extraía de una lata con una pequeña ventana circular, primero, y después de una caja de cartón. Incluso existían tiendas especializadas en galletas a granel. Establecimientos que dedicaban su espacio únicamente a la venta de galletas sueltas.

El vendedor se enfundaba en un guante de plástico y las tomaba con destreza. Los estantes se alineaban desde el suelo hasta el techo, abarrotados de latas y cajas que ascendían y descendían. Incluso se comercializaban las “migas”, los fragmentos de galletas que las abuelas utilizaban para confeccionar postres, aunque siempre había alguien que las compartía con las palomas.

Las galletas en paquetes tenían su impacto en solo dos categorías: las de agua y las que se destinaban a las mochilas o los bolsillos de los uniformes escolares y chaquetas (las Manón, las Melba y las inolvidables Champagne).

En la actualidad, optamos por envoltorios. Celofán. Papel metalizado. Un fenómeno desconcertante: existen galletas que, dentro del envase, se encuentran cuidadosamente envueltas de manera individual. Durante la transición, a finales de los 80, los supermercados presentaron la caja de Ópera. Era una opción intermedia. Un paquete familiar que conservaba la esencia de las galletas sueltas.

Las obleas se hallaban en el interior, sin envoltorio, resguardadas por una bolsa para prevenir la humedad. Resultaba sumamente conveniente tanto para el bolsillo del consumidor que, por supuesto, dejaron de producirla. ¿Por qué vender a un precio económico cuando pueden “agregar valor”? Nos vimos atrapados en esta tendencia y el medio ambiente es consciente de las consecuencias.

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